Apenas René cumplió los cinco años de edad sus
padres lo abandonaron y sintiéndose solo y desamparado, dejó su charco y retirose
a los esteros más desolados del litoral. Durante años allí vivió y pudo
contemplar el ascenso y el descenso del sol sobre la tierra. Purificose su
espíritu y transformose su corazón. Un día levantose de la siesta, y estirándose
cuan largo era sobre un camalote decidió ir en busca de otros charcos urbanos
más concurridos para comunicar lo que el cielo le había dicho.
Al llegar al pueblo y lograr un gran tumulto de
faunas domesticas y silvestres, SuperRené ascendió sobre una roca, y así les
habló:
Los insectos nuestros de cada día
están servidos sobre la biosfera.
Bienaventurados aquellos que
creen que el oro puede comprar la felicidad porque de ellos son los reinos del petróleo
y de las armas.
Bienaventurados aquellos que
creen que la especulación es el salvoconducto hacia la supervivencia porque de
ellos es el reino de las finanzas y, en consecuencia, de vuestra querida polis.
Bienaventurados aquellos que
creen que el amor consiste en una sonrisa porque de ellos es el reino de las
endorfinas.
SuperRené hizo una pausa, tomó aire y mirando
atentamente a su auditorio faunístico, continuó:
Bienaventurados aquellos que
buscan absolutos y no encuentran sino moscas porque de ellos es el reino de los
pantanos.
Bienaventurados aquellos que
creen que la vida real es puro cuento porque de ellos es el reino de cielos.
Los dados, neófitos míos, los
dados giran
de cara arriba: sol y oros
de cara abajo: seis espadas
y, en el medio, un dos de copas brindando
por la bendición de nuestra Reina Roja:
que-le-corten-la-cabeza
que le corten las picas, los diamantes, los tréboles y, por supuesto, el corazón
para qué un corazón que no
tiembla, un corazón que no galopa
quiero corazones contentos, pero
sobretodo quiero corazones taquicárdicos
Aquí una parte del público empezó a
escandalizarse, escépticos ante aquellas palabras rimbombantes. Otra parte del
grupo, permanecía perplejo, hipnotizado por todo lo críptico de aquel mensaje.
Discípulos míos la Rana René os
dice:
Salid de las sombras: espabilaos
el conejo blanco se ha echado a
correr
tic-tac tic-tac
tic-tac
y el destino tiene fecha de
vencimiento,
aunque la condena parezca eterna.
Algo huele a podrido en el
pantano
las luciérnagas furiosas sobre el
cielo azul
anticipan el temporal
o quizá sea que el temporal ya
esté aquí,
jean paul, quién sabe
quién puede estar seguro,
pero yo os digo
atentos a las manos negras que se
tienden sobre vosotros
sumiéndolos en un suave letargo
atentos a los anzuelos y sus
carnadas desabridas
nada peor que un corazón que no
sabe saltar y bailar
al compás del ritmosito bss bss
de las moscas
<< sentio
ergo sum>>
Esas fueron sus palabras. Al terminar de hablar
se inclinó sobre su público, recogió su exiguo equipaje y, según se dijo después, marchó hacia las
tierras del sur a predicar el mensaje que el cielo le había dado.
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