Hoy Pablo golpeó la puerta del baño. La golpeó tres veces,
las conté. Primero, una y un “mamá”. Luego dos y un repiqueteo de los nudillos
acelerando el ritmo, como levantando temperatura. Y tres, y dijo: “Vamos,
mamá. Hace media hora que estás adentro". Y luego, que "estoy
preocupado".
Entró sin más, sin esperar o esperando poco o esperando
demasiado. Todo depende desde donde se lo vea. Yo seguí sentada en el inodoro.
En la misma posición. Sin mover un músculo. De frente al espejo. Un espejo que
insistía en mostrar una cara demasiado actual, ríspida, avejentada, nerviosa.
Eso sí, desde donde se la mirara.
“La estuve examinando cuidadosamente, por acá, por allá y
no, no la recuerdo. Cómo eran mis ojos, mis pestañas, mi boca, mis dientes, mi
nariz. Estoy segura de que yo no era así. Que yo era otra, que tenía otra mirada, otra forma en las cejas, otras orejas, otra presión en los labios”.
“Antes, ¿cuándo?”, pregunta como si importara.
“Antes”, respondo.
“Antes, hace veinte años, treinta años, cuarenta años:
antes”.
“Pero no la recuerdo”, insisto.
“Me toco, me estiro la piel frente al espejo, aprieto los
labios, abro los ojos lo más que puedo y no me acuerdo. No me encuentro. ¿De
quién es esta cara? No puede ser mía”.
“Voy a traer fotos”, dice. Y yo oigo su voz apresurada,
intranquila, como cuando se le perdía uno de sus playmobiles y revolvía todo el
cuarto buscándolo. Chiquito. Chiquito tembloroso de mamá.
Anda, anda a buscar el playmobil, ya va aparecer Pablito,
quiero decirle. Pero las palabras ya no salen por esta boca que no es mía.
“Acá mirá, esta sos vos. Vos a los seis, a los quince, acá
estás con papá, acá cuando me recibí...” y va pasando foto tras foto. Recuerdos en los que apenas me
reconozco. Y si soy yo, quién es esta.
No quiero ver esas fotos, esas fotos que no me dicen nada
de mí. Quiero que las deje en paz y vaya a buscar su playmobil. Sólo, sólo
quiero verme a mí. Es injusto. Era yo después de todo. Era una parte mía. Me
pertenecía. Es como si alguien se llevara algo muy tuyo fuera de vos y ya, ya
no lo tuviera más, ¿entendés? Algo muy tuyo y que no lo tuvieras más. Para qué
quiero una foto. Me quiero a mí. Me quiero ver a mí ahora pero no a la de
ahora. A todas mis “mis”.
Anda, anda buscar tu playmobil Pablito, buscalo por favor.
No quiero fotos. Nada de fotos. Sólo trae el playmobil.
Pero las palabras se resisten dentro del paladar. Como
clavadas entre la campanilla y la lengua, que ya no se estira. Que no se
desenrolla. Que no responde.
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