Voy a piel descascarada. Voy a piel
despelechada. A veces siento que hay otra persona debajo de mi piel. No
exactamente de mi misma medida. No exactamente de mi misma talla. A veces
siento que va a rajar mi cuerpo en dos. Otras veces, que mi cuerpo va a
amanecer tirado, y yo voy a ser una víbora deslizándome entre las esquinas del
cuarto. Probando qué tan elásticas pueden ser mis escamas.
Y si víbora, ¿tendré una yarará adentro o una
culebrita? Quizá un nido de víboras tengo. ¿Y si termino como las del campo? ¿Encerrada en un frasco de formol, masajeada por las manos de don Braulio?
Espero mejor no ser ninguna otra persona. Ni
ninguna víbora. Pero se me cae la piel de a pedazos. Láminas finísimas y
opacas se desprenden, una por una, de las manos, de los brazos, de la espalda.
¿O serán escombros? Partes que se derrumban.
Debería llamar a algún profesional de la guía amarilla. ¿Por dónde empezar? ¿Veterinario? ¿Médico? ¿Arquitecto?
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