martes, 16 de agosto de 2011

domingo, 14 de agosto de 2011

El pájaro en la camiseta



1.
Parpadeo. Una, dos y hasta tres veces. En el pasto, las hormigas molestan el calor de la piel al sol en este invierno. Un viento sureño sacude las ramas, caen hojas de los robles amarillos.


2.
Llevo mi amuleto de cantos de cisnes sobre el pecho. Un pájaro gris se sacude dentro de mi remera de algodón blanco. Deja caer unas gotas de tinta china sobre los pezones agrietados, sacude las plumas, se mueve lento, sin prisa e inclina su pico sobre mi ombligo.


3.
Escarba mis memorias, mis gusanos y mis mariposas, mientras abre su pico y articula una canción desafortunada. No hay revolución en estos pagos, hay piel y plumas erizadas, hay un no sé qué que me nosequea: cinco siglos igual.


4.
Entretanto yo corro y me veo corriendo. Desparramo energía cinética en el ripio ondulado. Cruzo camiones repletos de cereales, cruzo jinetes y caballos y autos de turismo. Participo en maratones diarias en las que no hay ningún premio, ni fin ni principio.


5.
Siento mi pulso acelerado y la fuerza de los músculos al desplazarse de aquí a allá de allá a aquí sin más propósito que el mantenerme pronta, alerta, lista para el salto. El salto silencioso hacia el vacío que nunca llega.


6.
El pájaro dentro de mi camiseta hace equilibrio en el pecho abierto, mientras el algodón transpira una libertad tan inútil como inmaculada.


7.
Parpadeo. Una, dos y tres veces. Cierro los ojos. Un payaso triste ríe en el fondo de la pupila dilatada Alguien dijo que el placer se paga con sangre. El payaso sigue riendo, esquizofrénicamente.


8.
Veo ese payaso en casi todos los ojos que conozco. A veces pierde la peluca, y otras lo encuentro más parecido a un mimo o a un contorsionista, pero todos los ojos tienen algo de espectáculo circense. Será por eso que la gente suele decir que los payasos tienen algo de tenebroso. De siniestro cinismo ocultándose en la sombra de las pestañas.


9.
No me oculto de mi sombra. Me zambulló, enhebro el hilo en la aguja, y voy puntada a puntada cociendo mis demonios. Por momentos, pruebo su elasticidad, su sostén puntiagudo sobre mi espalda. Mis pequeñas bestias negras me hamacan al más allá al más acá.

10.
Más allá del más acá, me aferro a la tierra húmeda. Penetro en el silencio que deja al pasar la muñequita vestida de azul, arranco pastos y yuyos invisibles desde su raíz. Escucho rumores, susurros de voces ancestrales. Invento una energía que no estoy nunca segura de que exista. Invento cuerpos a los que adorar en la noche y en el día.


11.
Dejo que los cisnes recorran el perímetro exacto de mi amargura. Un concierto de cuerdas tensas, de alas abiertas, anuncian su despegue y su caída, su destrucción y su creación.


12.
Furioso antifaz, sobre el rostro desplumado, cae en mil pedazos el espejo mágico de cualquier infancia.


13.
Sigo en el pasto, de cara al sol. Ojos cerrados. El pecho se levanta y se oculta. Respiración lenta. Un pájaro dentro de la camiseta recuerda cantos ajenos. Hace equilibrio entre ángeles y demonios de alas abiertas.


14.
A lo lejos el litoral también habla y atropella en el canto de los teros. Me devuelve a mi lugar acuchillado por lomadas verdes y marrones. A lo lejos, se escucha el temor de los teros, la defensa de sus nidos.


15.
Yo me distiendo y me contraigo sin ningún nido cerca. Me gustaría tener algún nido, algo que defender, algo por lo que cantar, gritar y chillar de cuando en cuando.


16.
Cierro los ojos y los payasos, los teros, los cisnes y todos los pájaros desaparecen. Sólo queda el dibujo de una jaula vacía en una cara del redondel de papel. En la otra, el papel está blanquísimo, hasta casi transparente. No hay otro pájaro, como en la película de Sleepy Hollow. No hay ilusión óptica.


17.
Cierro los ojos. Floto en el tiempo. Dirijo una orquesta y levanto mis brazos como si estuviera a punto de despegar los pies de la tierra. Floto fuera de aquí y de allá. Tal pareciera ser la meta.