Ayer a la noche Hortensia
se levantó con electricidad en las piernas y en las manos. Y un punto amarillo,
fosforescente, en el medio de la panza. Poco más de 3 centímetros de diámetro.
Se prendía y se apagaba. Convencida de que se había tragado una luciérnaga
desdichada en algún bostezo alfa, no pudo más que pensar que se trataba de un
mal augurio.