viernes, 12 de diciembre de 2014

Escamas

Voy a piel descascarada. Voy a piel despelechada. A veces siento que hay otra persona debajo de mi piel. No exactamente de mi misma medida. No exactamente de mi misma talla. A veces siento que va a rajar mi cuerpo en dos. Otras veces, que mi cuerpo va a amanecer tirado, y yo voy a ser una víbora deslizándome entre las esquinas del cuarto. Probando qué tan elásticas pueden ser mis escamas.
Y si víbora, ¿tendré una yarará adentro o una culebrita? Quizá un nido de víboras tengo. ¿Y si termino como las del campo? ¿Encerrada en un frasco de formol, masajeada por las manos de don Braulio?
Espero mejor no ser ninguna otra persona. Ni ninguna víbora. Pero se me cae la piel de a pedazos. Láminas finísimas y opacas se desprenden, una por una, de las manos, de los brazos, de la espalda.
¿O serán escombros? Partes que se derrumban. Debería llamar a algún profesional de la guía amarilla. ¿Por dónde empezar? ¿Veterinario? ¿Médico? ¿Arquitecto?

martes, 2 de diciembre de 2014

Epistolario

Querido abuelo:

Hoy volví a usar mis uñas. Sé que te había prometido controlarme. Lo sé, lo sé, lo sé. Pero lo tendrías que haber visto abuelo, si vos hubieses estado, seguro que hubieses entendido. Vino de nuevo, vestido de negro, arrastrando unos harapos que se sacudían como la sombra de las cortinas en las tardes de tormenta. Y yo tenía tanto miedo, tanto miedo que quería despertarme y salir de la cueva, y tomar agua para tranquilizarme como vos me enseñaste. Y contar uno, dos, tres, cuatro, cinco hasta diez. Sé que te lo prometí abuelo. Pero me desperté, al fin, y tenía las uñas clavadas en la pared, arañando. Y mamá vino corriendo de nuevo, que había estado gritando en los sueños. Y me dieron uno de esos baños, pero yo no quería, no quería bañarme, no quería que mamá me toque porque mamá es mala porque ahora que no estás no sé cómo voy a hacer abuelo. Quería que sepas que intenté controlarme. Que sé que no tengo que usar las uñas para defenderme. Después mamá se enojó y se fue con las muñecas con sangre y vino papá y me sacó de la bañadera, y me envolvió en una toalla, y le dije que te extrañaba que quería que vuelvas y lloraba. Papá me preparó un té y me dijo que solo era una pesadilla, que tenía que tranquilizarme como me dice la médica, y respirar pero no podía. ¿Cómo hago abuelo? ¿Cómo hago? Me gustaría que vuelvas, prometo que nunca más voy a usarlas. De verdad, esta vez de verdad. Me las volví a cortar y a limar para que veas que de vedad no lo voy a volver a hacer. Espero que no te enojes. ¿Vas a perdonarme? Papá dice sí que me perdonás, pero que no vas a volver, que estás en cielo. Pero yo no quiero. Todavía cuando voy a tu casa quiero entrar y que estés ahí. El galgo está enfermo. Creo que él también te extraña.
Te quiero,

Paloma