domingo, 25 de octubre de 2009

El truco del resto.

Tengo mis cucharas aprontadas
para la sopa del porvenir

mi colección de cartas
de corazones
en formato mp3

para llevar a todos lados
el truco y sus fantasmas
son metamorfoseables

Tengo mis cuchillos afilados
y carne todavía en el freezer

para darle a quien quiera
todos los músculos
tirados al asador

porque no hay reservas
sólo queda un resto
de envidio

o de falta, para terminar
la partida.

martes, 13 de octubre de 2009

Las inefables.

Hay una cicatriz que se hunde. Abajo de la piel queda un desecho: algo fue entonces y sigue siendo (otra cosa), pero no se ve. Nos acostumbramos a no ver porque no podemos verlo todo. No existe instante concentrando sino sólo una mueca de concentración en el instante. Una mueca dolorida pusiste entonces. Después una sonriente, otra perpleja, una soñadora, resignada, dolorida y así sucesivamente. La historia de las muecas es la historia de las cicatrices que es, a su vez, la de la vida y también la de muerte. Todas las historias son todas simultáneamente, pero sólo contamos algunas porque no somos capaces de leerlas y contarlas todas a la par.
Tengo historias que quedan olvidadas después de bajarme del colectivo: historias de una hoja, de un vuelco del corazón, de un rosario en la mano y un celular en la otra; otras que se sepultan después de una noche de tormenta: de cucos, de fantasmas de las esquinas, de palpitos de fin del mundo, de monedas temblando en una fuente de deseos. Así, mi mente es un cementerio de historias que nunca terminaron de materializarse en un cuerpo escrito.
Algunos cuerpos son misterios y los misterios siempre tienen alma. El alma canta, a veces entona un hurra y otras una melodía media tristonga que acompaña el sueño de la almohada de Quiroga, la caída del tobogán, el abrazo de un amigo que hace tanto y tan poco no se ve, la mirada de mamama en el cielo negro. Mamá me dijo un día que este mundo es chiquito y nuestras almas son demasiado grandes, por eso de vez en cuando explotan y se van a otro lado donde puedan entrar enteras. No siempre son tan grandes, pero algunas crecen mucho y empiezan a querer salirse del cuerpo para sentirse más cómodas. Me dijo que por eso la vecina de al lado cantaba tan lindo. Yo creo que la vecina tenía un alma gigante. Y el señor de enfrente, debería tener un alma de dinosaurio. El señor de enfrente pintaba cuadros, algunos te daban ganas de entrar en la tela y descoser los colores para jugar al elástico, saltar la cuerda, tirarte en una hamaca paraguaya. Otros te ponían la piel de gallina y querías taparte los oídos porque era un canto de lo más estridente. Mamá me dijo que las almas también pueden contagiarse entre sí y empezar a hacer y pensar cosas parecidas. Eso es lo que pasa en los casamientos, en las fiestas, pero más pasa todavía cuando dos personas se quieren mucho. Las almas tienen muchos misterios. A mi sólo me contaron algunos.
A veces las almas viajan de un cuerpo a otro hasta que pueden sentirse a sus anchas. Los cuerpos las extrañan un poco, pero después se olvidan porque tienen memoria de muy corto plazo. Mis manos, por ejemplo, se acuerdan del tacto de las hojas de eucalipto, mi nariz del olor de jazmines en primavera, mi lengua del sabor a Miranda manzana en los cumpleaños que tenía cuando era chica, y así todo mi cuerpo tiene censores con piletas de recuerdos. Pero si mi alma se va, esos recuerdos no durarían mucho. Hay almas transatlánticas, almas nómades, almas verde alga, almas garras, almas descuartizadas. Las hay de todos los tipos. La mía es un alma de cajita musical. A veces se pone caprichosa y deja de cantar. Otras se empantana bien adentro y no hay forma de hacerla salir a dar una vuelta por el papel. Pero nunca quiere dejar el cuerpo.
No es tan fácil que un alma deje un cuerpo, porque por más de que las almas crezcan mucho y, a veces quieran salirse y otras estallen, las almas crecen por el cuerpo. En verdad, las almas le deben mucho a todos los cuerpos en los que han estado y en los que estarán porque los cuerpos les prestan muchas cosas, como estar con otras almas y poder tocar otros cuerpos. No sé cómo se sentirá un alma cuando ya no puede entrar en ningún cuerpo. Eso es algo que nunca se lo pude preguntar a mamá. Mamá tenía un cuerpo hermosísimo y un alma más hermosa todavía. Era un alma vagabunda y le encantaba salir a andar a caballo. Se ponía unas bombachas gigantes y trepaba rápido al lomo sin necesitar estribos. A veces me ponía bastante celosa porque podía estar toda una tarde galopando, acariciando las crines, viendo los caballos sentada abajo del viejo lapacho amarillo. Claro que la mayoría de las veces yo estaba con ella, pero sabía que mucho de su alma no estaba conmigo. Decía que su alma en otros tiempos había sido un unicornio y más tarde, un potrillo azabache, una yegua baya y un pura sangre cabrío. Deberían existir árboles genealógicos de las almas, pero eso sería casi un imposible, porque cuando un alma explota no se le puede seguir el ritmo.
Algunos físicos dicen que es el caos. Y el caos es el misterio. El misterio es no poder saberlo todo porque nuestras almas, para poder ser conocidas, siempre están en algún cuerpo. La física estudia el comportamiento de los cuerpos pero sabe poquitísimo de las almas. Claro que está la metafísica y también están las religiones, la psicología y la parapsicología. Pero eso, en recuento, son muchas historias. Historia dentro historias también. Como mamushkas infinitas que nunca terminan de desnudarse. Nadie nunca vio un alma desnuda. Hay quienes dicen que es porque son invisibles. Yo no les creo. Yo creo que nos acostumbramos a no ver porque no podemos verlo todo, y ver un alma sería casi lo mismo.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Pelicula sordomuda

Yo esperaba que empiece a sonar la música. Estabas vos, el que era el amor (de ese momento) de mi vida y la música no sonaba. En cualquier comedia romántica ordinaria, una banda sonora alimentaria todo ese silencio que se arma entre dos personas que supuestamente (al menos, para la más sencilla y sentimental trama) se aman, una simple musiquita atravesaría ese espacio de intercambio mudo donde hay palabras que no se dicen. Y yo esperaba que la música saliera de las paredes, de la chimenea, del calefón, del balcón, del sillón de cuero sintético pero ni siquiera de los parlantes salía ninguna linda musiquita que viniera a relevar el silencio que rápidamente iba cobrando unas dimensiones descomunales de círculos cerrados. Pensé que me había vuelto sorda. Pensé que algo de la acústica del lugar no estaba funcionando bien. Pensé que eso era un sueño y no realidad. Pura imaginación atrofiada. Pero no. Esa era la realidad y en la realidad hay silencios sin musiquita, la pregunta que entonces surgió (no verbalizada, sino meramente mental) era si podía existir el amor sin musiquita: ¿era eso amor? Pensé entonces que estaba absolutamente equivocada. Que eso no era amor. Que las películas de amor tenían absolutamente toda la razón y que para que el amor fuera cierto y certero y habitable y compartido, deberían haber estado las notas de musiquita colgando de las paredes en vez de los tristes espejos y cuadros que contemplaba. A secas. A secas lo miré y vi que no era un personaje, que no era un escenario, que tampoco había ningún guión y que ese no era el amor de mi vida ni siquiera era el amor de ese momento de mi vida. Era un hombre más que podría ser (o haber sido) el amor de mi vida. Un hombre que trabajaba como cualquier otro cristiano, que se alimentaba, dormía, despertaba, escuchaba la radio, leía el diario, como cualquier ser humano viviente. Un hombre de lo más común rasguñando la treintena, medio arrugado, medio bajo, medio panzón. Y yo era otro medio, pero por alguna razón, en ese momento y, casi en cualquier otro en los que haya términos humanos en cuestión, medio y medio no son uno. Algo de todo lo que estaba pensando encajaba armoniosamente con ese silencio. Si la musiquita apareciera… si la musiquita. Entonces, como repentina iluminación, me di cuenta de que estaba a mi alcance, agarré mi bolso y las llaves, no dije nada, me di vuelta y me enchufé los auriculares. Paul, John, George y Ringo empezaron a cantar y yo empecé a caminar. No a caminar como una simple mortal, empecé a caminar como lo haría una acróbata del Cirque du Soleil, como lo haría el personaje de cualquier cuento de frutillas imperecederas.

martes, 2 de junio de 2009

Sonambulismo equino.

alguien aprieta la cincha
por debajo de mi piel pelada
de tanto ajuste quiero decirle
que no estoy para estos trotes

se forman arrugas y ni el apunte
me alcanza tu apunte
el que no me llevas
de paseo en calesita

arriba del caballito de plástico
sueño que soy jinete
que no juguete que no vieja yegua
resignada al capricho de la fusta ajena

que sueño de puro cielo
abierto sin venas ni vainas
ni riendas que sueño
de puro acomode en las espuelas

no corcoveo ni siquiera
caballito desbocado
manso paso que se repliega
en sí misma do

me tiro en mi propia patada
de potrillo testarudo en la memoria
me tiro por donde ya no vuelvo
al galope los cascos repetidos

alguien aprieta la cincha
una tres cinco veces
la cabeza gacha y me miran
igual los dientes

el bozal puesto
sueño sin carreta ni sulky
que soy corcel y no próxima mortadela
entre el resto de los fiambres

que el corralito de mi pequeño pony
está bien cerca que cierro
los ojos de sueño
de l paso cierro al sueño la tranquera

domingo, 3 de mayo de 2009

Cine retro

Tengo un mundo
que me habla de la aa la z, pero ni de la zni de la ahabla

de continentes
desabastecidos

de colores quebrados
mi pincel en la hoja
se retuerce “como un no sé qué
que me nosequea”

a tiempo y destiempo
con agujas oxidadas

Descompuesto,
el rojo carmesí,
inyectado en los ojos
del viejo lobo gris

condensa, en el país de las lilas,
un odioso amor hacia (casi) cualquier especie

de no me olvidestengo un mudo
mundo esperando el
avioncito de papel
al rescate

sobre la nuca,
un pinchazo: despierto
en el banco del colegio
y decir, nada pasó

el recreo está
por venir

domingo, 12 de abril de 2009

Mehldau (make peace)

hay un piano
que cae y rebota
cada mañana
por este rojo tragaluz

sobre mi cabeza, cae,
su cola
espantando mis tiburones
fantásticos

hay un viento
que vibra y respira
mi aliento de buscar
la última gota de sangre

crucificada, en el mar
la noche
anterior, al sueño
despierto de vida
de muerte despierto

hay un silencio
que no hace el tiempo
eterno, que hace el alma
leyendaria

reconcilio lo que no está
pero estuvo, vigil-
antes de nueva generación
humana

hay un piano-mente
que subtitula casi todo
(el) este, sentir-se
despierta

celeste que no, quiero
tiempo, hay para irse
es tiempo, mientras,
de quedarse

sábado, 11 de abril de 2009

Niña en el ojo

Hoy llamamos a los dioses factores
C. G. Jung.
Miserable, nuestras naturales
pupilas
no hacen más que contraerse
ante cualquier eclipse

jueves, 9 de abril de 2009

Homesick

Preferiste quedarte
en casa
ordenando tu colección
de escombros

tu misma colección
te precede y crees que te conforma:
te conforman cómodamente
tus puntillas ordenadas.

miércoles, 8 de abril de 2009

Las mil y una noches

El miedo es
siempre el mismo; hay palpitos
pulpitos de alabanzas
estremeciendo la carne

de gallina
una diatriba cabalgando sobre hombros
de gigantes, sin más riendas
que el cuerpo al galope

una pura ilusión
versátil, mi escarabajo,
en el pecho, frunce
la boca de todos los dioses

es lo que tenemos,
vizcacha de piel helada:
milhojas de invenciones
en cada ojo sangrado.

lunes, 2 de marzo de 2009

de-Ar

[Lo que sigue es trabajo]

Tallo la corteza
de buena madera, un caballito
de Troya para ganar mi guerra,
que es un grito, no una canción

[Lo desbocado del caballo es casi como un imperativo propio]

Busco la témpera templada
y trago la musiquita
entera, para asegurarme
en el epicentro de mi ombligo

[Lo de mientras tanto es lo mío]

Único ser desparramado
uno partes, uno partes
des-parejas, nadie-s-nadie
y no me entiende

[Lo juzgo como si supiera]

Ni él ni ella se hacen
ideas de lo difícil
que es explicarte:
sin palabras

[Lo tan importante no existe, sólo lo tan]

Tengo un día, por eso grito,
corazón, en la boca
tengo escombros de ternura
demolida a plena luz

[Lo poco, en cambio, es el tono de la nota]

Hubo un terremoto, entonces,
hace tanto o tam poco (importa)
te digo: ayudame, tengo un día
para volver a hacerme
un caballito de madera.

jueves, 26 de febrero de 2009

dispersión

viajo al centro de la mosca
expectante, finjo no darme cuenta
de sus antenas y mis radares averiados
finjo una guerra con inteligencia

martes, 3 de febrero de 2009

Ámbar [o Diáspora]

La soga atada a la cintura
de un vestido. El cuerpo
va y viene o viene y va
corriente, en el agua

aguantame: el ancla lejos.

Hay en el océano
más de un lugar donde desa(r)mar-
sé de la pura sed
de mil diabólicos amares

amarillo mi sol: casi amaranjado.

A plena sal, plateada,
abandono un reflejo
que no me pertenece:
en la arena, la sombra

sombrilla aparente: una conquista esforzada

Lo oscuro se hace
propio, adentro
queda la tierra húmeda:
el talismán tragado

traga-monádas: el paladar apenitas oxidado

No vuelvo al puerto,
ni a mi ancla. Una pirata
coja, (casi y ni siquiera)
planchada y nómade
antes que hundida

huida hasta siempre: ni patria ni muerte

Cuando me canso, me trepo
como cangrejo a mi caracol
al fondo voy
y vuelvo, vuelvo y voy al miO

miocardio parapléjico: mira hacia Nunca Jamás

Nunca vuelvo del todo,
vuelvo de todo a mi vulva
informada e informal
eterno retoño de mi ombligo

obligado el exilio: la contradicción inminente

La soga atada a la cintura
de un vestido, el cuerpo
se amolda como agua
para el chocolate

chocolate derretido: a baño maría

Recorro lo que no tengo
tampoco soy, es un decir,
corro ligera y espesa
voy y vuelvo, nunca del todo.