miércoles, 18 de octubre de 2017

Litoral


Del lat. litorālis.


1. adj. Perteneciente o relativo a la orilla o costa del mar.

Toda poética surge de un mundo, de una región, de una topografía. Toda escritura es una geografía. Un terreno: arcilloso, pedregoso, arenoso. Como terreno puede estar atravesada por surcos, cordilleras, cuchillas, planicies, elevaciones y depresiones del terreno.

Hay poéticas archipiélagos: de muchas islas entreveradas y dispersas. Hay poéticas cénit, poéticas de escalera, poéticas mineras u etéreas. Las hay de cerro, de apunamiento, de provenzales, o de vikingos. Hay poéticas de panza verde. De humedales eternos. Éstas son las que más conozco. De siestas a la sombra. De mugidos de vacas. De sombras debajo del aguaribay. De cantos de chicharra. De teros terroríficos. De domas, fustas y caballos desbocados. Del trotecito sin prisa pero sin pausa. De aislamientos y crecidas. De dos ríos larguísimos, de ríos más pequeños, de arroyos, tajamares, lagos, lagunas, saltos, de charcos, deltas, afluentes, esteros, de desembocaduras, represas hidráulicas, túneles subfluviales, puentes de brazos largos, de alcantarillas, tanques australianos, molinos, puertos, de riesgos artificiales, de costaneras y carnavales, de dientudos, dorados, bagres y palometas, de víboras de la cruz, lobitos de río, viejas vizcachas, serios carpinchos, zorritos de monte, cuises y caranchos. De mangas pero no de camisa. De inundaciones, precipitaciones, lluvias, tortas fritas y mate. De montes, bosques, sauces, de motores oxidados. De esa desidia tan propia. De dejarse llevar por los cauces del río.

Una escritura puede ser un camalote. Un irupé. Hacer la plancha. Ser el río.

El río es agua, fuerza centrípeta o centrífuga. El agua nunca está quieta. Es puro movimiento. El agua de río es dulce. Es agua viva.

El río es también orilla. De una orilla a otra existe un abismo que no puede verse. Si uno se anima a cruzar el río debe sumergirse en el agua marrón. Debe aprender a moverse no viéndose. Debe conocer su cuerpo desconocido. Debe aprender a ser el nadador, el hombre que nada / hasta las lluvias / de su infancia (Héctor Viel Temperley).

viernes, 29 de septiembre de 2017

Reseña de mínimos elementales por Fernando Belottini

Una reconstrucción utópica

 


La manifestación de lo mínimo en una época de grandezas excluyentes y arrogantes, impone una nueva mirada en que la nimiedad de la grandeza se opone a la grandeza de lo mínimo”. 

Osvaldo Picardo al hablar de “partes mínimas y otros poemas”, de Esteban Moore. 

Creo que ME, es un libro-objeto en el sentido de que en sí mismo, como continente, combina palabras, ilustraciones y espacios con una estética atractiva y, si bien predomina el blanco y negro (negro sobre blanco como sucede con casi todo texto al que estamos acostumbrados), también aparece el verde como signo, como telón de fondo o evocación de una vegetación enmarañada de ramas, hojas e hilos. Tapiz de fondo, bosque: como dice la autora en la contratapa, bosque espeso que es la vida por su imposibilidad de describirla y abarcarla con certeza, bosque de interminables fábulas donde, en nuestra fragilidad de aquel niño que fuimos, debemos estar como adultos atentos a las amenazas o sorpresas gratificantes.

Al recorrer este “bosque” y toparnos con las palabras, podemos ver que ellas se estructuran en breves versos, pero esos versos no tiene un tono lírico, sino el andar de los relatos. Los diversos (y aquí diversos como divergentes) niños adjetivados por otros sustantivos (“niña vértigo”, “niño hambre”, niño nunca jamás”) aparecen en el instante en que acometen una tarea y esa tarea sí adquiere un tono lírico: “con pulso ciego / dispara su certeza / el niño apunte” y vemos graficado al “niño apunte” en el momento en que escribe (reescribe) en una gran flecha de papel con la que pretende dar en el blanco de lo que apunta.

Pareciera entonces que ME, cuando de letras se trata, nos habla desde una estética minimalista, donde la condensación, la ausencia de piruetas u ostentosos arreglos lingüísticos, busca significados profundos con pocos recursos. Busca rescatar del olvido a ese infante solitario que, en distintas facetas, no podremos reconstruir. Porque tal vez no sea cierto que llevamos un niño en nuestro interior, sino que alguna vez lo fuimos y ese ser pertenece al territorio del olvido.

Un hecho curioso de este libro y que abona a cierta originalidad, sea quizá que el último de los ¿poemas? introduce una puesta en escena o programa de lectura de toda la obra. Y cito:

Dentro de palabras

ovilladas, hiberna 

un niño 

Quizá desde cierta perspectiva, e interpretando la literatura como juego, dentro de cada texto que se escribe y se lee, hiberna un niño o niña extraños.

Escrito por Fernando Belottini

domingo, 9 de julio de 2017

Oficial

Presentación de "mínimos elementales", "Necias y nercias" de Ana Ojeda y "Cosmópolis" de Fabián Soberón, el próximo viernes 14/07 a las 19hs en la Hormiga de Oro, Medrano 688.

miércoles, 24 de mayo de 2017

domingo, 14 de mayo de 2017

mínimos elementales

Por allá también andamos: Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Stand 325. Editorial Modesto rimba. Pabellón Azul. 



viernes, 10 de febrero de 2017