sábado, 2 de octubre de 2010

La fábrica obediente


El hombre piensa que fabrica el futuro. Sentado o parado, deambula matemáticamente, sobre la inercia pintada en las margaritas del mantel de hule. Enciende el piloto automático, a la par que pone en el microondas su taza de leche para el desayuno de un día cualquiera. Y desde ahí, camina en semicírculos concéntricos. De vez en cuando para. De vez en cuando se le da por bailar. Se viste y se perfuma. Cree que conquista la noche, mientras una trompeta inicia la guerra en algún lugar perdido entre un par de trincheras olvidadas.
El soldado camina obediente, lo mismo que el obrero, lo mismo que el maestro o el alumno desde el pupitre. El pizarrón sigue negro y, por encima del negro se escriben las fórmulas de la inercia (porque en nuestro mundo de ojos humanos hasta hay fórmulas para "capturar" la inercia). Entretanto, el amor de aula despega en avioncitos que son desterrados hacia el más allá de la ventana. Otras veces chocan contra la nuca hambrienta, el alma hambrienta, el estómago hambriento. La cabeza se sostiene, estratégicamente, entre las manos cuando hay sueño sobre el pupitre, cuando hay sueño sobre la mesa o sobre el escritorio.
Las estrategias son muchas y variadas. Pérfidas, también. El hombre, se levanta después de tomar su taza de café con leche, se ducha y agarra el portafolio directo de fábrica para el trabajo. Se trabaja sobre planillas, esquemas, estrategias de cálculos y riesgos estratégicos. Se lee el diario y los manuales, los libros, las revistas, los árboles caídos y también algunos leen sobre los árboles que mueren de pie. Esos son los románticos que todavía quedan. Se lee sobre política y economía y también sobre noticias de interés general. Algunos leen ficciones que son impresas en biblias, en coranes, en nuevos testamentos. Otros prefieren a Borges o Wells o quién fuera. Se leen también carteles y publicidades. Otros no leen ni una ni otra cosa. Escuchan la radio y la tele. Así que se supone que toditos todos estamos muy comunicados o al menos informados.
Y a toditos todos nos entran los talles de tales formas. En el cuerpo, en el vestir, en el comer, en el hablar y en otras cosas también. El hombre, que a veces es mujer también, sale del trabajo para su casa. A veces se entretiene en el camino. Compra alguna cosita que se le ha vuelto una necesidad básica, va al teatro, distribuye su tiempo en actividades de ocio como quien dice. Es entonces cuando se supone que se relaja. Va a la clase de yoga, sale a correr, ve una película o conversa con su hijo. Entonces la inercia se ha vuelto, entre las siete de la mañana y las siete de la tarde, una inercia informada. Una inercia, que al menos al llegar la tardecita, tiene una secuencia, un orden, un plan.
A la noche el hombre, después de leer su ficción, la que él quiera, apaga la luz eléctrica y desenchufa el piloto. A veces sueña en futuro. Sueña que al otro día las cosas van a estar en su justo orden. Que el soldado va a ir a la guerra y el chico a la escuela. A veces tiene pesadillas que, aunque parezca raro, también están en su justo orden. Que el chico va a ir a la guerra y el soldado a la escuela. Hay una tercera alternativa en sus sueños y es que el chico y soldado van juntos a la guerra. Después él los entierra.

2 comentarios:

CELEF? dijo...

U

maría aranguren dijo...

...ya te estaba extrañando...