domingo, 17 de marzo de 2013

(H)Ello SuperRené.




Apenas René cumplió los cinco años de edad sus padres lo abandonaron y sintiéndose solo y desamparado, dejó su charco y retirose a los esteros más desolados del litoral. Durante años allí vivió y pudo contemplar el ascenso y el descenso del sol sobre la tierra. Purificose su espíritu y transformose su corazón. Un día levantose de la siesta, y estirándose cuan largo era sobre un camalote decidió ir en busca de otros charcos urbanos más concurridos para comunicar lo que el cielo le había dicho.

Al llegar al pueblo y lograr un gran tumulto de faunas domesticas y silvestres, SuperRené ascendió sobre una roca, y así les habló:

Los insectos nuestros de cada día están servidos sobre la biosfera.
Bienaventurados aquellos que creen que el oro puede comprar la felicidad porque de ellos son los reinos del petróleo y de las armas.
Bienaventurados aquellos que creen que la especulación es el salvoconducto hacia la supervivencia porque de ellos es el reino de las finanzas y, en consecuencia, de vuestra querida polis.
Bienaventurados aquellos que creen que el amor consiste en una sonrisa porque de ellos es el reino de las endorfinas.

SuperRené hizo una pausa, tomó aire y mirando atentamente a su auditorio faunístico, continuó:

Bienaventurados aquellos que buscan absolutos y no encuentran sino moscas porque de ellos es el reino de los pantanos.
Bienaventurados aquellos que creen que la vida real es puro cuento porque de ellos es el reino de cielos.

Los dados, neófitos míos, los dados giran
de cara arriba: sol y oros
de cara abajo: seis espadas
y, en el medio, un dos de copas brindando por la bendición de nuestra Reina Roja:
que-le-corten-la-cabeza
que le corten las picas, los diamantes, los tréboles y, por supuesto, el corazón
para qué un corazón que no tiembla, un corazón que no galopa
quiero corazones contentos, pero sobretodo quiero corazones taquicárdicos

Aquí una parte del público empezó a escandalizarse, escépticos ante aquellas palabras rimbombantes. Otra parte del grupo, permanecía perplejo, hipnotizado por todo lo críptico de aquel mensaje.

Discípulos míos la Rana René os dice:
Salid de las sombras: espabilaos
el conejo blanco se ha echado a correr
tic-tac tic-tac tic-tac
y el destino tiene fecha de vencimiento,
aunque la condena parezca eterna.
Algo huele a podrido en el pantano
las luciérnagas furiosas sobre el cielo azul
anticipan el temporal
o quizá sea que el temporal ya esté aquí,
jean paul, quién sabe
quién puede estar seguro,
pero yo os digo
atentos a las manos negras que se tienden sobre vosotros
sumiéndolos en un suave letargo
atentos a los anzuelos y sus carnadas desabridas
nada peor que un corazón que no sabe saltar y bailar
al compás del ritmosito bss bss de las moscas
<< sentio ergo sum>>

Esas fueron sus palabras. Al terminar de hablar se inclinó sobre su público, recogió su exiguo equipaje y, según se dijo después, marchó hacia las tierras del sur a predicar el mensaje que el cielo le había dado. 

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